ESCEPTICISMO

Ana escribe sobre llenar todas esas palabras que se han quedado vacías, volverles a dar su verdadero significado y evitar esa incredulidad que ahora mismo nos hace desconfiar de cualquier frase, de cualquier discurso, de todo el mundo.

Aunque no todo el mundo desconfía, en realidad creo que aún hay demasiada gente que se lo cree todo. Si lo dicen por la televisión será verdad. Si aparece en la prensa (mi prensa, la que yo leo) será verdad. Si lo dice el Presidente será verdad, o el Ministro de Hacienda, o la Portavoz… e intentan hacer pasar la gran bola de mentiras con un poco de fe porque cada vez es más difícil tragársela. Con esa falta de espíritu crítico que tienen los creyentes con los dogmas de fe. Ni se plantean que no puedan ser ciertos. Palabra de Dios.

Eso si, las filas de los incrédulos van aumentando cada día, y como bien dice Ana, cuando dejas de creer ya no te crees nada, ni los discursos ni a las personas que los dan, y eso no ayuda nada a cambiar el sistema.

Escepticismo, incredulidad, desconfianza, recelo… es el sentimiento que despierta en mi cualquier discurso institucional, sea del partido que gobierna o de la oposición, y ya sospecho hasta de si las palabras de ese diputado del grupo minoritario que tanto compartía serán sinceras o solo dice lo que algunos queremos oír y también acabará vendido en cuanto subiera al poder. Y esa desconfianza me asquea.

Toda la sociedad debería hacer un doble ejercicio, los que emiten comunicados, difunden noticias y hacen discursos deberían dejar de manipular el lenguaje o directamente dejar de mentir y contar la realidad, ese “tienes que decir la verdad” que nos decían nuestros padres cuando intentábamos librarnos de algún castigo. Aunque esa realidad no sea propicia a sus intereses de futuro, aunque les perjudique políticamente, pero así ganarían en credibilidad y consiguientemente en honestidad. No solo hay que ser valientes a la hora de tomar decisiones (equivocadas o no) sino que además hay que asumirlas y defenderlas.

La otra parte, los que recibimos los mensajes, deberíamos hacer un grandísimo esfuerzo e intentar escuchar sin prejuicios, olvidarnos de ideas cerradas y disciplinas de partido y dejar de protestar en el bar con los amigos mientras hacemos lo mismo a pequeña escala, ser coherentes con esas ideas que defendemos y actuar en consecuencia. Es decir, no hacer lo que tanto criticamos en otros ya sea por inercia, comodidad o por ahorrarnos unos duros.

Y cuidado que la Troika ya ha dejado nuevas “recomendaciones” para “salvar” nuestro sistema financiero y basta que el ministro De Guindos diga que no se van a aplicar para empezar a temerme lo peor.

Y es que… “por sus hechos los conoceréis”

GENETICA-FICCION

Quiero pensar que los sesudos y expertos científicos cuando toman decisiones importantes hacen como Ana, Pat y yo, utilizar criterios racionales y emocionales y añadirle una pizca de intuición si el resultado no nos convence. Pero leyendo noticias como la que esta mañana aparecía en la prensa digital, no acabo de entender muy bien que criterios siguen para según que decisiones.

Exactamente la noticia era la posibilidad de resucitar a los neandertales. No a uno, por probar, sino a una colonia de ellos. Parece ser que hay una corriente entre muchos científicos de la paleo genética que lo consideran factible técnicamente y ahí entra el dilema científico (o pique en lenguaje vulgar) de: “si podemos ¿Por qué no hacerlo”?

A mi se me ocurren un montón de razones para no hacerlo, además de la de que si se extinguieron hace 28000 mil años sería por algo, aparte de que nosotros los sapiens tuvimos algo que ver, es que harían los neandertales en el mundo actual. Y solo se me ocurren las mismas tonterías que hacemos con los animales a los que consideramos inferiores: exhibirlos en un zoo, estudiar su comportamiento, encerrarlos en laboratorios, seguir manipulándolos genéticamente para mejorar su especie ya puestos… y ninguna me parece aceptable.

Recuerdo que cuando leí la novela de Aldous Huxley, Un mundo feliz, me impactó el retrato que hacía de esa futura sociedad idílica que dominaba la tecnología reproductiva y que gracias a los avances científicos había conseguido que todo el mundo fuese feliz da igual la casta a la que perteneciera. Desde entonces siempre me han apasionado las novelas de sociedades distópicas por su carácter casi profético. Un mundo feliz me pareció irrealizable cuando la leí, hace treinta años, más por los cuestionamientos éticos y morales que por las imposibilites técnicas que el tiempo se encarga de salvar, diez años después llegó la oveja Dolly y supuse que ya todo sería posible.

Afortunadamente la clonación y la investigación genética está salvando vidas, si la iglesia y los recortes no acaban por cargársela, y por ahora los bebes a la carta (estéticamente hablando) que yo creía que serían la gran explotación económica de estos avances no se están dando (que yo sepa).

Así que espero que los sesudos científicos a los que me he referido antes se lo piensen mejor y dejen la resurrección de especies desaparecidas para más adelante, cuando los Sapiens sepamos cuidar mejor de las que todavía nos quedan, incluidos nosotros mismos.

UN AÑO DE CATASTROFICAS DESGRACIAS

Ayer fue 20 de noviembre, fecha memorable por dos motivos, el primero porque como decía Wyoming Franco hizo su mejor actuación, morirse hace 37 años. El segundo, y más importante para nuestro futuro inmediato (el presente ya está perdido) que Rajoy ganó las elecciones hace un año.

Ha sido un año duro, más que los anteriores que también lo fueron, y según los analistas, y si seguimos por el camino actual nos quedan unos cuantos años así. Si seguimos así.

El actual Gobierno subió al poder con un programa electoral, que como bien dice Ana, pocos de sus votantes leen, analizan y estudian, de ahí que no se sientan defraudados ante su incumplimiento.

Su programa electoral (si, me lo he leído) se estructuraba alrededor de seis ejes fundamentales (textualmente sacado de su web):

–         El crecimiento económico y la generación de empleo. La reforma laboral aprobada por su Gobierno ha provocado en cambio la destrucción de miles de puestos de trabajo al abaratar los despidos. Concretamente, hay 800.000 parados más que un año antes.

–         La mejora de la educación. Textualmente: “Esta es la clave de una sociedad de oportunidades. No nos podemos resignar a dar por perdidas generaciones de españoles”. Por eso debió aprobar un recorte de 3.000 millones en educación, lo que llevó a aumentar el ratio de alumnos por aula y el despido de profesores interinos. El incremento del coste de las tasas universitarias hasta un nivel insostenible para muchas familias y su polémica Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa ha conseguido que por primera vez profesores, padres y alumnos se unan en sus protestas dejando las aulas vacías y llenando las calles con continuas protestas y manifestaciones.

–         La garantía de la sociedad del bienestar y de la protección social, mediante las reformas que hagan más eficientes y mejores nuestros sistemas educativo y sanitario, y aseguren así las prestaciones a las futuras generaciones. Aquí no les bastó con el recorte de 7.000 millones, además aprobaron el copago farmacéutico, dejaron sin tarjeta sanitaria a los inmigrantes, el medicamentazo, la paralización del calendario de la aplicación de la ley de dependencia, etc. El desmantelamiento de la sanidad pública como la hemos conocido hasta hoy se está produciendo, sin prisa pero sin pausa, y esas futuras generaciones por las que quería trabajar el PP se encontraran por primera vez peor atendidas y más vulnerables que las dos generaciones anteriores.

Los otros tres puntos que quedan del programa se refieren a la reforma y modernización del sector público (donde les han quitado sueldo y pagas extras para que se sientan más modernos). El fortalecimiento institucional y la regeneración política, un año después seguimos sin creer que tengamos instituciones fiables y honradas. Y por último, la proyección exterior de nuestro país, volver a ser fiables y creíbles en el mundo, aprovechar las oportunidades de la globalización para nuestra sociedad. Una globalización que por ahora solo ha demostrado enriquecer a unos pocos, los de siempre.

Por eso no entiendo como, según las encuestas, volvería a ganar el actual partido gobernante (con menos margen pero ganaría), no solo porque ha mentido e incumplido (“Yo lo que no llevo en mi programa, no lo hago”) sino porque además estamos peor que antes. Lo entendería si estuviéramos saliendo del agujero donde todo el poder económico y político nos ha hundido, pero viendo el resultado de las políticas sociales, fiscales, laborales y financieras que se están aplicando solo nos espera un futuro todavía peor. Lo de sus votantes debe ser cuestión de fe, y yo siempre he sido bastante descreída.

Eso si, la banca siempre gana.

CON BUENA LETRA

Recuerdo que cuando era pequeña, en el colegio nos insistían mucho en la caligrafía, era importante tener buena letra, no solo para que los demás entendieran lo que escribíamos, sino para que además los textos fueran bonitos, armoniosos, bien alineados, para que invitaran a leerlos. Practicábamos redondilla con los cuadernos rubio, y cuando íbamos creciendo cambiábamos varias veces de estilo de letra hasta que encontrábamos aquel que combinaba rapidez en la escritura y estética a nuestro gusto.

Además, la práctica del Dictado era habitual y por supuesto obligatoria que hubiera una ausencia absoluta de faltas de ortografía, y por aquel entonces no había tippex, así que había que aplicarse con los acentos, las uves y las bes, para no ver tu cuaderno lleno de tachones de color rojo. A mi me gustaba el dictado, con aquellas sobreactuadas pausas cantadas del punto, punto y coma, punto y seguido… sin embargo la redacción no me gustaba mucho, quien me iba a decir a mi…

Todo esto viene al caso porque mi hija se ha abierto una cuenta en Tuenti hace poco, y de vez en cuando echo un vistazo a su perfil para ver que todo está en orden y no hay nada de lo que preocuparme (porque escandalizarme a estas alturas ya lo tengo difícil). Y no, no tengo que preocuparme por ahora de insultos, acosos y otros peligros preadolescentes, solo de que la mala ortografía sea contagiosa.

Porque no solo es que escriban fatal (no todos menos mal) sino que se comunican con una serie de códigos, símbolos, números y toda clase de signos que me hacen sentir como un espía aliado intentando descifrar el código Enigma. (En mi defensa debo decir que mi hija de doce años recién incorporada a esa red social tampoco entiende la mitad de lo que ponen).

Supongo que será la diferencia generacional, esa que siempre creía que podría superar con nota y sin que se notara mucho. Yo reconozco que sigo escribiendo los sms con todas las letras, nunca abrevio, además si ya mantengo una pelea continua con el auto corrector del móvil poniendo las palabras con todas sus letras no quiero ni pensar si me quisiera comer la mitad. Pero ellos, los nativos digitales, escriben con rapidez y descifran más rápidamente todavía, es la cultura de la inmediatez.

Y yo leo: no enke lo anunciaron en el ormiguero, y me entran ganas de coger el boli rojo para corregirles: no, en que lo anunciaron en el hormiguero.

Porque lo de:  

Tkk 22´ ($$) AuunQ Tte CuEsTte!! •••^^$

Aún estoy intentando descifrarlo.

Y como decía Ana, con lo bonito que es que te lean y que te entiendan…

 

LETRAS, PALABRAS Y PREMIOS

Pues como Ana quería hablar de literatura, y empezó por comentar algo sobre la “imparcialidad” de algunos premios literarios me puse a mirar un poco por el mundo global como era esto de los premios, porque sinceramente, ni entiendo mucho de galardones, ni literarios ni deportivos, ni suelo hacer mucho caso a la hora de comprarme un libro de los premios que tiene y las ediciones que acumula después de haberme llevado algún que otro chasco. Eso si, reconozco que ganar el Planeta debe ser algo parecido a que te toque una Bonoloto con bote, no sé lo que se llevará Hacienda, pero el premio da para dedicarse a escribir única, exclusiva y desahogadamente durante muchos años (o sea, el sueño de todo escritor).

El caso es que no encontraba nada interesante que comentar en cuanto al tema sugerido (los premios literarios, que la literatura en sí daría para cientos de posts), cuando San Google me mostró en una de sus búsquedas otro de los premios más solicitados tanto por su monto económico (que supera el millón de dólares) como por el prestigio del premio en sí, tan difícil de conseguir.

Los premios Nobel. Los galardones más famosos del mundo de la cultura, la ciencia, y la economía, pero de los que la mayoría desconocemos el método de elección de los premiados.

Me puse a indagar y parece que es bastante difícil ser seleccionado para optar a este premio. La Academia Sueca envía hasta 700 cartas a instituciones o personas (antiguos ganadores del Premio Nobel, profesores de literatura de Universidades, presidentes de sociedades de autores, etc.) para que propongan un candidato, de entre ellos se escogen preliminarmente entre 15 y 20 nombres. Un mes después la lista se reduce a 5, y durante los tres meses siguientes los miembros del Comité para el Premio Nobel de Literatura se leen la obra de cada autor y elaboran un informe. Tras reunirse y discutir los méritos de cada uno se vota, y el que haya sacado más de la mitad de votos es el ganador.

¿Los méritos? Que el premio ha de concederse “a quien haya producido en el campo de la literatura la obra más destacada, en la dirección ideal” ¿la dirección ideal? no la especifican, así que con algo tan subjetivo como la literatura, sigo sin entender el contenido transcendental que puede tener una obra, o toda la obra de un autor para que le sea reconocido este mérito.

En 1935 el Premio Nobel de Literatura fue declarado desierto, he revisado la lista de candidatos de ese año (una de las normas más estrictas es que durante 50 años no puede hacerse público el nombre de los candidatos, nominados y finalistas) y sinceramente no conocía a ninguno, excepto a uno, Don Miguel de Unamuno, que se ve que no iba en la dirección adecuada.

Sin duda, hay grandes autores que han recibido este premio, otros se han convertido en grandes autores al recibirlo, y muchos no han dejado de ser los grandes autores de la literatura universal aunque nunca hayan estado nominados.

Aunque si pensamos en algunos de los premiados con el Nobel de la Paz ya podemos imaginar que muy justos estos premios tampoco son.

DESCONFIANZA-2

El lunes el post de Ana me dejó con una sensación un tanto amarga, primero porque mientras lo leía iba dándome cuenta de que había dejado de ser la persona confiada que siempre fui; y segundo porque me daba la impresión que quizás podría haber transmitido esa sensación a mis hijos inconscientemente, y eso me parecía mucho peor todavía.

Tenía mucha razón Ana al afirmar que la desconfianza es un sentimiento contagioso, que uno empieza a desconfiar de los políticos y al final acaba desconfiando del sistema en general y de todas las demás personas en particular. Ya sea por desconocimiento, por falta de información o por ese terrible efecto osmótico que tiene vivir en sociedades civilizadas y seudo-informadas.

Recuerdo que siempre fui una persona confiada, quizás en exceso, me lo creo casi todo y se me puede tomar el pelo con facilidad, pero sobre todo, siempre me moví por el impulso de que todo el mundo era bueno a menos que demostrara (ostensiblemente) lo contrario. Pero reconozco que desde hace años hay cosas que ya no me creo, directamente y de entrada me causan desconfianza. Y eso me molesta.

Es terrible que estemos transmitiendo esa desconfianza a las generaciones futuras. A veces son comentarios que parecen intrascendentes, ante una persona pidiendo en la calle, ante un vendedor que intenta convencernos, un político que habla por la televisión, un nuevo fármaco que cura algo… la idea que se transmite es la de “no hay que fiarse de nadie” con lo que produciremos una generación de personas demasiado escépticas e individualistas.

Yo misma sufro esta especie de exceso de suspicacia en mi trabajo. Mi profesión se basa en la confianza del cliente, sin esta da igual lo que haga, lo profesional que sea, la antigüedad en el trato o los problemas solucionados en el pasado, una vez que se pierde, es muy difícil recuperarla. Y cada vez hay menos, no porque se pierda por algún error o mala gestión, sino porque nunca llegó a haberla de verdad y es terrible trabajar sabiendo que los clientes creen que les vas a engañar a la mínima de cambio.

Así que estoy intentando rebobinar, mantener mi espíritu escéptico inconformista pero dejando mucho sitio a la esperanza y la confianza.

O como dijo un tal Summers: To er mundo é güeno.

DES/CONFIANZA

Estoy de acuerdo con Ana en que se debería pedir que los políticos cumplieran algún tipo de código deontólogico que cubran aquellos aspectos éticos que parece ser que en la actualidad no tienen muy claros. Aunque también opino que no debería ser necesario, que simplemente deberían ejercer su actividad profesional con honestidad y responsabilidad, como cualquier otro tipo de trabajo remunerado (o no, que como cunda el ejemplo de la Cospedal nos vamos a quedar sin políticos).

El caso es que debería ser innecesario pedir todas esas cosas, así como el valor se suponía en el ejército, la dignidad y la honradez deberían también ser requisito indispensable para cualquier cargo público (privado también, pero en algunas empresas  mandan los accionistas y les importan muy poco los daños colaterales con tal de aumentar beneficios).

Pero en la res pública que dirían los romanos mal vamos, no sé si el Juez Pedraz se excedió al utilizar la frase «la decadencia de la denominada clase política» en un auto judicial, pero es verdad que es el sentir de una gran mayoría de la población, y cuando una gran parte de la población cree que uno de los problemas del país son los políticos algo se está haciendo mal.

Quizás la culpa sea de que en los medios solo se habla de los políticos y cargos públicos corruptos, de los imputados, de los que se aprovechan de su cargo, de los que mienten, de los que desprecian, insultan o meten la pata con desafortunadisimas frases, porque lo otro no es noticia, los que trabajan muchas horas, pierden horas de sueño, o se ganan un justo sueldo con su trabajo, aunque comparándolos en número con los demás haya más de los buenos que de los malos.

Los políticos en este país van a tener que hacer un gran esfuerzo para volver a recuperar el prestigio perdido. Ya sean del gobierno, o del principal partido de la oposición, o de cualquier grupo minoritario. Tienen que demostrar que les importamos, que trabajan para que la mayoría de los ciudadanos, los que les votaron y los que no, puedan vivir tranquilos y sentirse seguros, seguros en todos los ámbitos, una sociedad no puede tener miedo de enfermar por si no va a ser atendida con todos los medios disponibles, de envejecer por que no va a haber dinero para las pensiones, de tener hijos porque estos no van a poder estudiar o trabajar en un futuro…

Pero para eso tendrían que empezar por dejar de discutir…  

 

El valor de las personas

“…aprender sobre el respeto, los límites, la responsabilidad y la solidaridad”… no se en que momento se dejaron de enseñar estos valores, o cuando se vieron enterrados entre un montón de estímulos audiovisuales muchos de ellos completamente vacíos y superficiales, que los amortiguaron tanto que se quedaron muy en el fondo de esa educación diaria y temprana que los padres debemos preocuparnos de transmitir.

Digo esto porque acabo de dejar a mi hija de once años acongojada en casa porque una de sus compañeras de colegio con quien últimamente se sentía a gusto (en una clase rara y problemática donde las haya) va a ser castigada con el destierro a su país de origen (aclaro que es China con lo cual se hace un poco difícil ir a visitarla). El motivo del castigo (que hay que relativizar porque es su versión y no ha sido contrastada con la de ningún adulto) es que ha manipulado fotos para burlarse de otra amiga colgándolas en su perfil de Tuenti y acompañándolas de delicados insultos más propios de veinteañeras poligoneras.

Todos los días me cuenta algo parecido, así que ya no me extraña, solo me horroriza. Ella forma parte de esa minoría que a su edad todavía no pertenecen a ninguna red social, manteniendo el tipo mientras el resto le pregunta porque no tiene Facebook o tuenti. A ella no le interesa, desde hace un año en que casi todos los de su clase (solo resisten 4) se abrieron un perfil, no han dejado de generar problemas entre ellos. Sabe que muchas veces se queda fuera de las conversaciones porque “no está al tanto” de lo que se ha hablado en la red, pero ha visto tantas broncas por culpa de lo que se dice, se pone o se cuelga, que pasa. De lo que me alegro.

Y no entiendo nada. Recuerdo que cuando iba al colegio siempre había un par de descerebrados que se dedicaban a meterse con los niños más débiles o solitarios, pero lo que me sorprende es que parece que ahora ese es un comportamiento más numeroso de lo que sería deseable. Son esos niños y niñas alabados en exceso por sus padres por eso de reforzarles la autoestima, que se la han reforzado tanto que van de prepotentes por la vida con solo diez años, no quiero ni imaginar cuando se les sume la prepotencia de los catorce o dieciséis, donde además creemos que lo sabemos todo.

Pero ahora también existe la otra burla, la que se hace por escrito, crecido ante un teclado, porque no es lo mismo hacer daño mirando a los ojos al otro, que escribirlo en un globo de texto. Si, es lo mismo que cortar con un mensaje de texto, de cobardes.

Y que conste que no culpabilizo a la red social, no creo que ese sea el problema. Quizás si a la falta de madurez de unos precoces usuarios que no están preparados para ello, por algo se supone que hasta los dieciséis años no está permitido tener perfil, y a la falta de responsabilidad de muchos padres que no controlan lo que sus hijos hacen y dicen en la red, porque no quiero ni pensar que lo saben y lo permiten.

Y esto no ha hecho más que empezar…