VERANO, NOTICIAS Y CALOR

Yo, como Ana, también espero y deseo que las vacaciones sean relajantes y renueven esa energía que se va perdiendo día a día, por culpa de la rutina, o del stress, o de la mala leche, o de las responsabilidades, las obligatorias y las voluntarias, o de todo junto. En mi caso creo que se me ha juntado todo, excepto el stress, este año no lo he padecido especialmente.

Llego a este inicio del verano y de las vacaciones eulerianas (que no las otras que aún falta un mes) agotada de leer y escuchar malas noticias, hastiada de los pseudos debates políticos de los que al final conseguí desengancharme y ligeramente esperanzada con los recientes cambios conseguidos a nivel local y deseando se extiendan a nivel nacional.

Llegamos al verano con la incertidumbre de si Grecia seguirá siendo miembro de la eurozona o no, con este duelo al sol que el gobierno de Alexis Tsipras está manteniendo con la troika y que contemplo con absoluta expectación, porque por un lado me admira su determinación por mantener su postura y por otra me puede la curiosidad sobre si habrá vida fuera del Euro, después de tantos análisis económicos catastrofistas.

El resto de noticias durante este verano supongo que oscilarán entre el seguimiento de todos los casos de corrupción abiertos, la precampaña electoral donde cansinamente los representantes y portavoces políticos seguirán repitiendo los mismos discursos, arengas y amenazas hasta la extenuación mientras los ciudadanos ya no podremos protestar en casi ningún sitio.

Se me olvidaba, dentro de esa tormenta informativa, todos los días, los noticiarios de mediodía dedicarán más de diez minutos (fuera del espacio dedicado a la meteorología) para informar del calor que va a hacer, cosa rara en verano en un país mediterráneo como este, y de las medidas que hay que tomar para no poner en riesgo nuestra salud, como beber mucha agua, ir por la sombra, no hacer deporte en las horas centrales del día… y sobre todo cuidar que las personas mayores sigan estos consejos que se ve que con la edad en vez de ganar en experiencia veraniega nos volvemos estúpidos (sobre todo para los redactores de las noticias). Toda está información irá adornada con abundantes declaraciones de ciudadanos de distintas ciudades que confirmarán el calor que están pasando mientras se abanican ostensiblemente. Por supuesto, en las noticias de la noche se confirmarán los peores temores, esta vez ya con datos reales de las temperaturas máximas alcanzadas.

Con la de noticias culturales que se podrían dar en esos minutos televisivos dedicados a lo obvio.

Pues eso, que os deseo un fresco verano. Ir por la sombra 🙂

CERRADO POR VACACIONES

Ya sé que parece que nos fuimos de vacaciones hace un par de semanas pero no, mudanzas y falta de cobertura, exceso de trabajo y otros compromisos derivados del fin de curso escolar nos han impedido despedirnos como toca. Y me ha tocado a mí.

El caso es que en Euler nos vamos a tomar el descanso habitual del verano, esa época en que intentamos mantener las mínimas obligaciones necesarias para nuestra subsistencia: comprar y cocinar cuando no podemos inventarnos una excusa para picar algo en una terraza que no nos salga muy caro y nos evite meternos entre fogones que dan mucho calor, o limpiar lo justito con la excusa de que estamos poco en casa (aunque sea la época del año en que más amortizamos sofás), y por supuesto no tener que poner a trabajar las neuronas más que lo que nos pida nuestro correspondiente trabajo, siempre ahorrando energía ya que hasta la recarga vacacional estamos bajo mínimos, yo por lo menos.

Dejamos la actualidad política, económica y social sin grandes novedades, porque aunque hayamos estrenado nuevo rey hace apenas una semana dudo yo que la institución en sí nos depare muchas sorpresas, porque si hubiera pensado renovar la monarquía habría optado por un título más moderno, del tipo de Felipe 2.0 cual nueva versión renovada del mismo programa de siempre.

Sobre los líos de corrupción andamos igual, Barcenas sigue en la cárcel, aunque él no deja de sorprendernos con nuevas cuentas en paraísos fiscales cuando creíamos que se las habían pillado todas. Financiaciones ilegales de partidos y sindicatos de los que dudo que veamos ninguna resolución en breve, eso sí, más de una dimisión seguro. Y la rabiosa actualidad de hoy: la imputación de la Infanta Cristina, que me provoca una gran curiosidad. Porque por mucho que los hayan apartado de las fotografías oficiales y ya no les inviten ni de vacaciones, no me puedo imaginar a un miembro o ex-miembro de la actual casa Real entrando en la cárcel. Claro, que siempre les quedará el indulto.

Mientras tanto, intentaremos aguantar el calor sin pensar mucho en la reformilla fiscal que se está aprobando, a ver si dejan el IVA como está, que cada vez que dicen que bajan impuestos entro en pánico, y a la vuelta nos esperan los libros de texto, material escolar, ropa y calzado para nuestros hijos que todavía están en edad de crecer, aunque por mi se podría quedar ya en ese metro ochenta y dos que me hace sentir pequeña.

Hasta entonces, sed buenos y cuidado con el sol.

NORMALIDAD

La vuelta a la normalidad, una de las frases más escuchadas en los dos últimos días… Yo ya no sé cual es mi normalidad.

Han sido dos meses en que mi rutina se ha vuelto tan del revés que ahora que he regresado a mi nevera, a mi cama y a mi mundo, me cuesta recuperarla, encontrar las cosas, dormir con la ventana cerrada para no escuchar los coches… me quedo mirando la pantalla del ordenador (por fin con cobertura) y no sé que buscar, por donde empezar…

Me tumbo en la cama y miro el ventilador del techo dando vueltas encima de mí y hago planes, aunque sé que luego no los cumpliré. Echo de menos otro dormitorio, más pequeño pero más grande a la vez, porque se podía ver el cielo desde la cama, y en las noches con luna no hacía falta otra luz para mirarse a los ojos.

Mañana es viernes, mejor dejo lo de centrarme para el lunes, que es un buen día para empezar propósitos, o apuntarse al gimnasio, o empezar fascículos…

VACACIONES

Hoy el club de las canciones propone descansar hasta septiembre. Ojala se pudiera extender la invitación al trabajo, cerrar ahora y abrir dentro de un par de meses… igual hasta tenía ganas de trabajar después de tantos días sin ningún tipo de obligación… o igual no…

El caso es que a mí me queda una escasa semanita para empezar mis vacaciones, este año no me puedo quejar, van a ser largas, partidas pero largas. Alguna semanita suelta de trabajo por en medio, pero casi empalmaré desde mitad de julio hasta finales de agosto.

Así que después de una semana (la que viene) que transcurrirá a velocidad de vértigo, es decir, mucho más deprisa de lo que desearía para todas las cosas que tengo que dejarme cerradas en el despacho, tendré un par de días para preparar las maletas antes de partir rumbo al norte con la mejor compañía que pueda desear… y desconectar…

Y la canción que mejor retrata una buena tarde de verano es Seven Days in Sunny Junne de Jamiroquai. La misma canción que puse hace dos años, al inicio de otro verano totalmente distinto.

Este año, el verano promete, y mucho.

SEPTIEMBRE

Hoy es el último día del verano “oficial”.

Mañana comienza Septiembre, un mes de cambios y de buenos propósitos. Creo que se hacen más promesas este mes que cuando cambiamos de año. Aumentan las matriculas a los gimnasios, academias de idiomas, se inician colecciones por fascículos… bueno este año igual no tanto, por la crisis.

Pero a mí lo que me gusta es notar que se van acortando los días. Que a las ocho y media ya está anocheciendo. Que dentro de poco acabará este pesado calor que no deja dormir por las noches. Y esta mañana, mientras remoloneaba en la cama, alargando el momento de empezar de nuevo con la rutina del trabajo, no he podido evitar hacer balance de mi verano. Y ha sido bueno.

He trabajado más que ningún año, he tenido las vacaciones más cortas que recuerdo, y sin embargo, he disfrutado como nunca. Acostumbrada a que en mis dos últimos veranos y por motivos totalmente ajenos a mi voluntad el amor desaparecía (literalmente) durante los dos meses de vacaciones, se me había olvidado lo que era poder hacer planes, romperlos, quedar para comer, alargarlo hasta la cena, no volver a dormir a casa…

He podido alternar jornadas muy intensivas de trabajo (por lo largas me refiero), con noches llenas de estrellas. Días de piscina llenas de gritos, niños y balones, con tardes en las que mientras me dejaba mecer por el agua en la colchoneta y observaba el azul del cielo, pensaba que no se podía ser más feliz.

Fue un mes de julio tan intenso que cuando las circunstancias (laborales y familiares) cambiaron en agosto, pensé que se me iba a hacer un mundo.

Pero el cosmos sigue de nuestro lado. Espero que continúe así durante mucho tiempo.

Y aprovechando que Sidonie ha estrenado su nuevo disco, “El incendio”, un álbum dedicado al amor (con letras mayúsculas como ellos dicen), os dejo con el primer single. Todo pasión.

SIDONIE. El incendio.

VERANO

Hoy ha empezado el verano. Para variar en vez de un domingo casero con tres paquetes de pipas y la tercera entrega del Señor de los Anillos me habían invitado a comer una paella en el campo, así que me he levantado más pronto de lo que para mí es habitual en un festivo (mucho más pronto todo hay que decirlo) y tras desayunar y contestar el tercer grado al que me han sometido mis hijos (¿Quiénes van a estar? ¿Van a haber más niños? ¿De que edades? ¿La piscina tendrá mucho cloro? ¿Qué vamos a comer?…) nos hemos montado en el coche para salir de la ciudad.

Primera parada. Unos ojos azules a los que tenía ganas de ver, un picoteo y los niños disfrutando en la piscina mientras intentamos reponernos después de hinchar dos colchonetas a pulmón.

El que mis hijos aceptaran mi relación sentimental es algo que no me preocupaba hasta ahora. Ni me lo había planteado, no veía la necesidad de mezclar ambas cosas. Últimamente han coincido por diversas circunstancias y me he dado cuenta de que me gustaría que como mínimo no se resultaran extraños, que estuvieran cómodos, tampoco pido mucho más.

Por eso hoy era un día que esperaba a la vez que temía un poco. Mis hijos pueden resultar encantadores si se encuentran en su círculo, pero pueden volverse increíblemente huraños si se tuercen sus expectativas.

La segunda parada era el chalet donde íbamos a comer. Nada más cruzar la puerta, el primer vistazo me ha tranquilizado: piscina con tobogán y trampolín, una colchoneta elástica, un par de columpios, mucho cesped y hasta gallinas. Con un poco que lo intentaran, no se iban a aburrir.

Un baño refrescante. Buena compañía. Una guitarra que no ha dejado de tocar. Paella con caracoles y muchas risas.  Sobremesa con carreras y ping-pong. Una escapada para comprar helado con besos. El día estaba siendo perfecto.

Mi hija no ha parado. Varios baños en la piscina, muchos saltos en la colchoneta, carreras jugando al ping-pong con los mayores como si fuera una mas, sentada viendo tocar la guitarra, acariciando a los perros que se dejaban y observando las gallinas. Me encanta verla disfrutar de la vida. Relacionarse y pasárselo bien. Ha acabado roja por el sol y agotada, pero se ha divertido mucho.

Mi hijo… a ratos. Nada más comer ya se quería ir. Llega un momento en que parece tomar la solemne decisión de que ya no se lo va a pasar bien, y no hace el más mínimo esfuerzo por divertirse. Simplemente espera. Me mira y espera. Hoy he tenido suerte porque se había traído su consola, de lo contrario habría tenido a mi pequeño gran buda traspasándome la nuca con su mirada aniquiladora paralizante (es que pone cara de lanzar rayos por los ojos). Tras varios intentos de que se mueva, reaccione o juegue con su hermana, acabo por ignorarlo. Siempre había creído que los padres eran los aguafiestas de los hijos, pero a mí me ha tocado al contrario (por ahora).

Mi amor… simplemente ha estado genial. Intentando que ellos estuvieran cómodos y que yo me sintiera feliz, lo que no le resulta nada difícil. Me ha encantado ver a mi hija jugando al tenis contra él al final de la tarde. Me habría gustado prolongarlo hasta la noche, pero el creciente enfurruñamiento de mi hijo me pedía volver a casa. Tampoco hay que forzar las cosas. No pierdo la esperanza, supongo que algún día se relajará, aceptará que las sorpresas existen y los planes se cambian y comenzará a disfrutar de la vida. Total, le faltan dos años para la adolescencia y ahí seguro que se vuelve del revés.

Por lo demás, ha sido un inicio de verano estupendo. No es mi estación del año favorita, pero este año promete.

CAMPAMENTO DE VERANO

Mañana mis hijos se van de campamento. Como tantos otros miles de niños a lo largo de este verano. Niños que van a petición propia, que repiten del año pasado, a disfrutar de la naturaleza, a conocer, a descubrir… y niños que van obligados, porque aunque sea una experiencia vital muy buena para ellos, no hay otra opción, porque los padres trabajan, porque la otra opción es estar encerrados en casa de los abuelos todo el día, eso si hay abuelos con quien dejarlos… los míos son de este último tipo, aunque claro, yo les digo que deben ir por razones muy distintas, por supuesto. Ya van bastante a disgusto como para que se crean que quiero deshacerme de ellos.

“Te lo vas a pasar tan bien. Van tus mejores amigos, ¡seguro que será muy divertido!”. Intento convencerles, mientras recuerdo mis quince días de colonias a los once años, en un pueblecito de interior.

La primera vez que salía de casa. Por suerte iba con mi hermana, y un par de amigas de clase, pero yo tampoco quería ir. Como mis hijos ahora. Recuerdo los desayunos horribles de leche blanca (con nata) y galletas, las camisetas a rayas blancas y azules con falda a juego que sentaban horriblemente. La gimnasia obligatoria después de desayunar, la piscina de agua helada a la que acudíamos todas las mañanas, y los paseos por la tarde por la avenida del pueblo, arriba y abajo, y vuelta a empezar. Eran tiempos en que lo de los talleres de manualidades, los juegos para favorecer la psicomotricidad, y por supuesto el tan socorrido video o dvd todavía no se habían inventado. Pero he de reconocer que una vez pasados los primeros días, una vez aparcada un poco mi extrema timidez en la litera de arriba, donde yo dormía, me lo pasaba bien. Y en eso confío cuando enjuago las lágrimas de mi hijo, que lleva dos meses con la cuenta atrás, con la misma ilusión con la que aguardaban los jovenes su mili en Ceuta, y que me da las buenas noches como si fueran los últimos besos que me da en su vida.

Ahora, después de acabar las dos maletas, revolver armarios para encontrar las linternas, cantimploras y chubasqueros que llevan justo un año perdidos he repasado la lista de instrucciones que nos dieron y me he dado cuenta de que me he saltado la línea “marcar toda la ropa de los niños con su nombre”, pero miro las maletas cerradas, con toda la ropa plegada dentro y voy a confiar en la memoria de mis hijos para reconocer todas las camisetas y pantalones cortos que les compré ayer justo para esta semana…

Yo esta semana intentaré relajarme, tengo programadas unas 11 horas de trabajo diarias casi seguro, pero eso si, al final del día me podré desmayar sin tener que cuidar de nadie, que eso ya desestresa bastante. Y además aceptaré cualquier invitación a cervezas a partir de la puesta de sol…