Sábado. Intento alargar el momento de levantarme de la cama, me van a traer la compra que hice por Internet ayer y que debe estar al caer, pero hasta que no oiga sonar el timbre del telefonillo no pienso moverme, así llevo una hora, mirando el reloj de reojo para ver cuanto me queda (tengo que superar esta etapa de desaparecer del mundo entre mis sábanas). A las diez por fin suena y me levanto corriendo, me pongo algo mientras voy a abrir, y me lavo la cara mientras sube los cuatro pisos… es una maravilla esto de poder comprar desde el sofá y a las once y media de la noche, tranquilamente, y sin colas para pagar, que es donde te acuerdas de lo que se te ha olvidado, pero que si vas a buscarlo pierdes el turno…. porque yo entre unas cosas y otras acabo haciendo compras de supervivencia un par de veces por semana, con lo que aparte del desayuno y los almuerzos para mis hijos, a veces me cuesta abrir la nevera y no echarme a llorar.
Bueno, pues eso, al final sube el amable repartidor cargado con tres cajones de productos (ya que me lo traen, hay que aprovecharse) y me lo deja todo en la cocina, que el día en que lo distribuyan en nevera y despensa, ya ni te cuento. Y a los cinco minutos de irse vuelve a sonar el timbre, miro el resto de compra por si detecto que falta algo y se ha dado cuenta en la furgoneta, pero creo que es todo, así que voy a ver quien es.
– “Hola, soy yo (mi socio), que nos han entrado a robar en el despacho. Estoy aquí abajo esperando a la policía, ¿bajas?
– “Voy! (joder, joder, joder”) – y otros cuantos más que repito mientras voy a ponerme algo decente para bajar a la calle.
Mi socio está apoyado en una moto hablando por el móvil, le miro la cara para intentar evaluar los daños, pero no se que pensar. Últimamente con lo de las obras que nunca acaban nuestro despacho ha estado en un estado de caos minimamente controlado para poder trabajar, pero lo último que necesitamos es algo así…
Me pone un poco en antecedentes y subimos, cajones abiertos, algunos volcados, las ventanas y puerta del balcón forzadas, las persianas (nuevas) rotas, la caja vacía, todos los armarios abiertos y papeles en el suelo, afortunadamente no se han llevado ningún equipo, nada de valor, solo una polaroid que guardaba en mi despacho y que quería recargar para regalársela a mi hijo… ya se podían haber llevado la cámara digital que tenía mi socio encima de su mesa y que va fatal… Los policías locales hacen su aparición, se toman nota de nuestros datos en una libretita y nos indican donde realizar la denuncia, y que no toquemos nada, como en las películas, hasta que llegue la policía científica a tomar huellas… como en las películas. Así que nos bajamos al bar de abajo a tomar un café, que ni con emociones me acabo de despejar. Esta es la segunda vez que nos pasa, hace unos años ya entraron, entonces destrozaron más… pero es que no me gustan las rejas, y además no sirven para nada, si quieren entrar, entran… ni siquiera cuando entraron a robar en mi casa, mientras dormíamos (afortunadamente no nos enteramos de nada), trepando por la fachada hasta un cuarto piso, se me ocurrió poner rejas en el balcón y en las ventanas, no me gusta sentirme encerrada. Mi vecino de arriba (en su casa también entraron) se puso rejas con pinchos, y veinte llaves y candados en su puerta, que espero que no tenga que salir corriendo de su casa por un incendio porque antes se asfixia, pero bueno… si así duerme más tranquilo…
Dejo a mi socio esperando al CSI, porque seguro que con la suerte que tengo Warrick tiene el día libre…
Y pese a todo, yo sigo confiando, en que nos mejorará la racha, lo del mundo….