FEMINISMO EN PLURAL

feministas

Ana no quería repetirse en ese Más femenino singular que tan necesario a mí me parece. Hemos hablado muchas veces del tema, del lamentable tema de la violencia de género, del frustrante tema de la desigualdad laboral, de la falta de respeto que muchas veces tenemos que aguantar en el ámbito social… Pero parece ser que, aunque siempre nos “quejemos” de lo mismo no podemos parar, así igual por cansancio, por no oírnos, o quizás porqué tenemos razón, un día, no muy lejano, las futuras mujeres leerán este tipo de cosas en los libros de historia y se extrañaran de que algo así ocurriera.

El domingo yo también vi Salvados, con mi hija adolescente, quien se lamentaba de que cuando con los amigos sale el tema del feminismo la mayoría acaban sacando los términos feminazi y hembrismo, y que lo que más le molesta es que algunas de sus amigas también empleen ese lenguaje.

Me sorprendió ver a Rosa Mª Calaf aclarar el término feminismo antes de declararse ella misma feminista, supongo que sería para que no la consideraran una radical de esas que defienden la supremacía femenina (modo ironía) y es que si algo ha hecho bien el patriarcado (sí, he dicho patriarcado) es que haya calado ese tipo de mensaje en gran parte de la sociedad, el de que las feministas en realidad son igual que los machistas, no es que defiendan la igualdad entre sexos sino que quieren ser superiores a los hombres, erradicarlos, domesticarlos, suprimirlos, y cualquier otro verbo agresivo que se os ocurra. Por eso las otras dos mujeres que se declararon también feministas, la científica y la directiva, lo hicieron aclarando que ellas también eran feministas de esas, mientras que la cuarta mujer, la limpiadora dijo que no, que ella no era feminista, podría haber dicho con la misma cara que no era comunista, ni troskista, ni anarquista, que ella era una mujer normal que no quería líos.

Entender el término feminista como algo negativo, o peyorativo es un retroceso en la lucha por la igualdad. No solo hay que luchar por ella, sino que hay que defender que esa lucha es legítima, razonable y que no se hace desde el odio o la venganza. No entiendo ser mujer en este siglo sin ser feminista, por pura supervivencia.

Jordi Evolé dijo que según ciertos estudios se calcula que la igualdad entre hombres y mujeres se alcanzará dentro de 70 años, me pareció descorazonador, y eso siendo optimistas, y supongo que además hablamos de igualdad en el primer mundo, donde aún tenemos suerte, porque no nos violan sistemáticamente, no nos casan a la fuerza, nos dejan conducir y hasta realizar trabajos remunerados, eso sí, con la obligación de mantenernos jóvenes y guapas según los estándares de belleza que la industria nos marca.

Juana Gallego lo resumió brillantemente, mientras los medios de comunicación nos sigan tratando y mostrando como meros adornos, mientras el lenguaje y las actitudes nos sigan relegando a un papel pasivo, los estereotipos se perpetuarán hasta el infinito. Las mujeres seguiremos siendo esas ciudadanas a las que no se pregunta cómo expertas sino como opinadoras a pie de calle, las presentadoras tendrán que seguir siendo jóvenes y guapas aunque el presentador hombre que se sienta al lado tenga canas, gafas y más de 50 años, la publicidad seguirá influyendo en la imagen de los dos géneros desde que son pequeños con la diferenciación de juegos y juguetes hasta la tercera edad en la que somos las mujeres las que padecemos pérdidas de orina, malos olores vaginales y hemorroides, pasando por una juventud en la que estamos siempre tiradas por el suelo en las posturas más lánguidas y cursis esperando a ese varonil príncipe azul que nos seducirá y rescatará.

Si, hace falta mucho trabajo de campo para cambiar esto y hay días en las que soy muy pesimista con el futuro, pero me reconforta saber que existe ese feminismo plural que abarca a mujeres feministas, a hombres feministas, y a cualquier manera de entender y defender el feminismo.

Mientras tanto seguiré declarándome feminista. Muy feminista.

MUJERES, MACHISMO E ISLANDIA

1975 Islandia

Mientras nos siga pareciendo normal que la mujer sea un objeto al servicio del hombre seguirá siendo normal que algunos hombres las asesinen como si fueran suyas

Fragmento de la reflexión con la que Javier Gallego Crudo abre su último Carne Cruda. Palabras que hemos dicho y escuchado muchas veces y que parece que siguen cayendo en el vacío viendo el interminable goteo de mujeres muertas por violencia machista.

Se convocan manifestaciones multitudinarias, miles de hombres y mujeres rechazan la violencia y el asesinato, pero desde el poder político, económico y mediático se sigue discriminando, ignorando y favoreciendo el trato sexista a la mujer. No avanzamos, con intenciones y discursos emotivos por parte de los políticos no se soluciona el problema.

Leo en las redes sociales algunas respuestas de hombres (y lamentable alguna mujer) que dicen sentirse discriminados por la Ley contra la Violencia de Género, hablan de las denuncias falsas (un 0,007% según la Fiscalía General del Estado), de las feminazis, del hembrismo, términos acuñados para desprestigiar la lucha por la igualdad que las mujeres llevamos librando desde hace años, más de un siglo si recordamos a aquellas valientes sufragistas que se jugaron el tipo para poder votar, muchos más siglos si nos remontamos a todas esas mujeres que a lo largo de la historia estudiaron, descubrieron, inventaron, escribieron y pintaron corriendo el riesgo de ser insultadas, quemadas o simplemente ignoradas.

El feminismo no mata, el machismo si.

En Francia han hecho una encuesta a mujeres que usan el transporte público y el cien por cien de ellas han respondido que se han sentido acosadas en alguna ocasión. Eso es un porcentaje muy alto. Y no estamos hablando de un país tercermundista con una religión oficial que ningunee a las mujeres, de esos que violan en grupo a niñas en un autobús, no, estamos hablando de Francia, Europa, civilización occidental, cultura y sofisticación. Si esa misma encuesta la hicieran aquí el resultado sería exactamente el mismo, no conozco a ninguna mujer que desde la adolescencia a la madurez al subir a un autobús o metro no haya tenido que esquivar una mano que intentaba sobarle el culo, miradas lascivas, rozamientos indeseados, palabras guarras… resumiendo, falta de respeto. Aunque muchos hombres sigan defendiendo que eso son piropos y deberíamos sentirnos halagadas al recibirlos.

Hay otras realidades posibles. Islandia es un claro ejemplo de ello: El 24 de octubre de 1975, hace 40 años, las mujeres de Islandia celebraron “El Día Libre de las Mujeres”, ese día el 90% de las mujeres se pusieron en huelga. En lugar de ir a la oficina, dedicarse a las labores del hogar o cuidar de sus hijos, tomaron las calles de Islandia para manifestarse por la igualdad de género. Ese día cambió la percepción sobre las mujeres en el país y estableció el primer paso que lo situaría a la vanguardia de la lucha feminista.

Fue un viernes muy largo para los padres. Bancos, fábricas y tiendas tuvieron que cerrar, al igual que las escuelas y las guarderías, con lo que muchos padres tuvieron que llevar a sus hijos al trabajo. Se escuchaba a los niños jugar mientras los locutores leían las noticias en la radio. Cuando los presentadores de radio llamaban a los hogares de zonas remotas del país, en un intento de averiguar cuántas mujeres se estaban tomando el día libre, quienes atendían el teléfono eran, la mayoría de las veces, los maridos que se habían quedado en la casa cuidando a los niños

En 1975 había solamente tres mujeres diputadas, el 5% del Parlamento. Cinco años más tarde, Vigdis Finnbogadottir, una de las mujeres que aquel día salió a la calle para cantar, escuchar discursos y discutir ideas, venció a tres candidatos masculinos en las elecciones presidenciales y fue reelegida sin oposición en dos de las tres elecciones siguientes.

A día de hoy y a pesar de que la diferencia salarial todavía persiste en el ámbito laboral, Islandia encabeza el Índice Global de la Brecha de Género del WEF, lo que significa que es el país del mundo donde hay más igualdad entre hombres y mujeres. Cuenta con 28 mujeres en su parlamento (el 44%).

Pero lo mejor de Islandia es que hay cero asesinatos de mujeres a manos de una expareja.

Parece que los islandeses no odian a sus exmujeres.

Mujeres, sol y esperanza

Desierto de Jordania. Anochece y una mujer beduina prepara la tienda para pasar la fría noche con sus cuatro hijas pequeñas. Una pequeña hoguera con trozos de madera conglomerada, una única y precaria bombilla que ilumina la estancia y cochambrosos hornillos de gas para preparar la cena. Al día siguiente la rutina será barrer la tienda, lavar la ropa, buscar leña y cocinar. Como el resto de sus días.

Así arranca el documental Rafea y el Sol, Rafea es ella, la mujer a la que se brinda la oportunidad de formarse durante 6 meses en la India junto con otras mujeres como ella, analfabetas también, para volver a sus poblados como ingenieras solares y llevar la luz a sus vecinos.

No había oído hablar de este documental, ni lo busqué intencionadamente, le di a reproducir creyendo que era otra cosa, y desde el primer minuto me quedé hipnotizada, no pude dejarlo hasta el final, con una mezcla de admiración, rabia y mucha emoción.

Admiración porque ver como mujeres de los cinco continentes, que sin haber salido nunca de sus poblados, sin conocer otra lengua que la suya, sin conocimientos de matemáticas, algunas sin saber leer ni escribir, se atrevían a decir que sí a un proyecto que las iba a alejar de su familia y entorno durante 6 meses.

Admiración al ver como a pesar de tener que discutir con sus familias, porque en el caso de Rafia, mujer musulmana, está supeditada completamente a la voluntad de su marido, sin poder decidir con libertad sobre su propio futuro, y a veces también con otras mujeres a las que pesa más la tradición que la razón, no deja de luchar con todas sus fuerzas para conseguir su sueño.

Rabia al ponerme en la piel de esa mujer que tiene que decidir entre sus hijas o su futuro, y saber que de todas maneras pierde, porque si se deja vencer sus hijas tampoco tendrán futuro, aunque la tengan a ella.

Rabia al ver esas sociedades machistas que supeditan la religión y la tradición a la educación, que mantienen sometidas a las hijas, hermanas, mujeres y madres para sostener ese mismo sistema que los mantiene como reyes en su pequeña parcela de poder doméstica, aunque sean reyes de nada.

Emoción al ver esa ilusión, esos ojos que descubren un mundo nuevo, la posibilidad de ser algo más de lo que hasta ahora les habían dejado ser y que les hace comprender desde ese mismo momento lo que valen y lo que pueden llegar a conseguir para ellas y para sus familias.

Emoción al ver como cambiando el futuro de una o dos mujeres puede cambiar el presente y el futuro de varias generaciones de mujeres y hombres. Gracias a personas desinteresadas que promueven esos pequeños cambios que transforman el mundo.

El programa Barefoot Collage escoge a mujeres analfabetas de todo el mundo para formarlas en la India como ingenieras solares. Son mujeres por su constancia, y tienen que ser abuelas a los 42 años, requisito que asegura que vuelvan a sus lugares de origen por el arraigo familiar, y que no quieran aprovecharse de sus conocimientos recién adquiridos para prosperar en otro sitio. A la vuelta podrán ganarse un sueldo formando a otras mujeres y electrificar sus pueblos.

Nunca mejor dicho, llevarán la luz a sus casas.

MACHOS, HEMBRAS Y VICEVERSA

Si, las niñas, como dice Ana, lo tienen peor que los niños, en todo, o casi todo. En algunos hemisferios tremendamente peor, en otros solo un poco, pero aunque solo sea un poquito sigue siendo injusto que la mera diferencial sexual, que no física o intelectual, marque tantas diferencias en la vida.

Con lo de diferencias me refiero a las múltiples discriminaciones con las que una niña/joven/mujer se encuentra a lo largo de la vida personal, sentimental, laboral, etc., que las diferencias siempre son enriquecedoras sino tendríamos una sociedad bastante aburrida.

Siempre me he preguntado en que momento de la historia el género femenino se despistó, se confió y se dejó dominar tanto física como psicológicamente por el género masculino hasta llegar a la sociedad actual donde la formula imperante es la de patriarcado por no llamarlo machismo. Porque nos debimos despistar y mucho, seguro que en algún momento del embarazo o la lactancia que nos deja un poco sensibles, para que un género que tiene la capacidad reproductiva de su especie con todo el poder que eso conlleva, haya estado sometido a la dominación de los machos de su especie de una forma sistemática hasta casi su anulación en muchas culturas y religiones.

Si, ya se que necesitamos espermatozoides para procrear, pero no nos engañemos, actualmente los hombres no son necesarios para la reproducción, nos basta con un buen banco de semen. Y aunque como medida de presión me parecería un poco exagerada, si todas las mujeres en edad de procrear se negaran a embarazarse, (así podrían acceder al mercado laboral sin que los empresarios perdieran dinero) a los poderes fácticos y económicos se les iban a poner de corbata, porque da mucha rabia eso de prescindir de una trabajadora durante cuatro meses por baja de maternidad, pero alguien tendrá que seguir produciendo niños para que no desaparezcamos como especie, y por ahora no hay otra manera que con un útero humano, y eso lo tenemos nosotras, que para eso aguantamos engorrosas molestias colaterales durante toda nuestra vida fértil.

Entiendo que el hombre primitivo estableciera una división de papeles en los que la mujer se quedaba al cuidado de los hijos mientras el salía a cazar y se ponía en peligro. A partir de entonces, se ha ido desarrollando toda una estrategia de poder para mantenernos en un plano inferior al hombre, negándonos la educación y hasta el alma, que las mujeres hemos tenido que ir superando a base de sangre, sudor y lágrimas, en sentido literal.

La única especie en la que los machos dominan, maltratan, torturan y violan a las hembras es la nuestra. No creo que tenga que ver con la testosterona y sí con la educación, o con la falta de ella, y lamentablemente a veces cuenta con la colaboración desinteresada de muchas mujeres que perpetúan el sistema.

Y por si hay lectores masculinos susceptibles que conste que hablo del género masculino de una forma genérica y global, que ya sé que existen, y yo conozco muchos, hombres que no quieren formar parte de ese sistema patriarcal y que con sus acciones u omisiones hacen nuestra vida mucho más fácil y placentera.

MUJERES, FLOREROS Y OTROS OBJETOS

Veo en la tele  una noticia sobre la educación en la igualdad de sexos y pienso en lo que todavía queda por hacer. Las leyes nos hacen oficialmente iguales pero la realidad y la educación siguen marcando diferencias.

Cada vez me irrita más la imagen falsa, estereotipada y absurda que se quiere vender de la mujer. En la publicidad salen mujeres increíbles e inalcanzables prometiendo milagros imposibles (no deberían dejar anunciar cremas antiarrugas a modelos de dieciocho años, ni cremas anticelulíticas a mujeres de culos perfectos), en los programas de entretenimiento a los presentadores les está permitido vestir con vaqueros y camisetas, y no está mal visto lucir barriguita y barba de varios días, pero sus compañeras deben ir con minifaldas mínimas, escotes sugerentes y tacones de vértigo, luciendo su mejor sonrisa sin perder el equilibrio, teniendo además que demostrar que están trabajando en la tele no por ser guapas sino porque están lo suficientemente preparadas, pero por supuesto, tienen que ser guapas.

En las carreras de motos y coches se siguen utilizando las chicas florero cuyo único cometido es sonreír y alegrar la vista de los telespectadores masculinos (bueno algunas además saben sostener una sombrilla y entregar un trofeo).

En la música «comercial» las cantantes femeninas compiten para ver quien baila más sexy y enseña más cacho de carne, suscribo la polémica declaración de Christina Rosenvinge cuando dijo que “la música femenina se ha convertido en un concurso de zorras”. Las amigas de mi hija ya a sus tiernos ocho años practicaban unos bailes y unas poses que hubieran excitado al más casto de los policías de la lucha contra la pornografía infantil. A fecha de hoy, con doce, han mejorado la técnica del contoneo y del posado mientras miran provocativamente a cámara chupándose un dedo. Menos mal que mi hija se ha decantado por la música Indie-rock.

El otro día vi un anuncio en una valla publicitaria, una modelo lucía un sugerente sujetador que realzaba su pecho y bajo la marca se podía leer: “una talla más feliz”

Eso es lo que se está transmitiendo. Y las mujeres somos también otra cosa.

 

MUJERES

Hoy es otro de esos días que está marcado en el calendario para conmemorar algo, aunque el día de hoy es sobre todo, reivindicativo. Y aunque a mí no me gustan los “días de” reconozco que lamentablemente, todavía hace falta recordar que no, que las mujeres no disfrutamos de los mismos derechos que los hombres.

Estamos a años luz de esas valientes sufragistas de finales del XIX que consiguieron que nuestro voto contara. Ahora podemos firmar contratos sin necesitar la autorización del padre, marido o tutor legal, pedir el divorcio, trabajar fuera de casa (que no es lo mismo que tener el mismo salario que los hombres), ser dueñas de nuestro propio cuerpo… pero no nos engañemos, siguen habiendo diferencias.

Diferencias sociales, políticas, institucionales, laborales… y queda mucho por hacer. En mi mundo ideal las presentadoras de programas de entretenimiento no estarán obligadas a vestir minifaldas casi inexistentes sobre tacones de aguja mientras sus compañeros de plató visten unos cómodos vaqueros con camiseta, tampoco habrán niñas sonrientes y felices anunciando bonitas tablas de planchar y cocinitas rosas, la conciliación familiar y laboral será posible sin tener que sacrificar por ella la carrera profesional, y por supuesto la presencia de la mujer ya no será meramente anecdótica en las altas finanzas y la política.

Eso en nuestro primer mundo civilizado y occidental, porque hay millones de mujeres que no han tenido la suerte de nacer en él y en las que la discriminación que sufren a veces les puede costar la vida. Mujeres que son ciudadanos de segunda en gran parte del mundo y que tienen que sufrir matrimonios de conveniencia, terribles ablaciones y mutilaciones, violencia física, castigos corporales por delitos por los que los hombres ni siquiera son juzgados, mujeres a las que se les niega la educación por el mero hecho de ser mujeres, mujeres que son violadas sistemáticamente como arma de guerra…

Por eso, cuando oigo decir que las mujeres ya han conseguido todos sus derechos, que las feministas son igual que los machistas y solo necesitan un buen polvo (como feminista que soy esta afirmación me irrita profundamente) y que para cuando un día del hombre… pienso que sigue siendo necesario que el día 8 de marzo se celebre el Día Internacional de la Mujer, y que se hable de las diferencias, hasta que consigamos que desaparezcan.

No somos iguales, pero tenemos los mismos derechos y nos merecemos las mismas oportunidades.