8 de marzo

Princesa-Leia

EMPODERAMIENTO

Estoy de acuerdo con Ana en que no hay que abusar del término machista para defenderse cuando atacan o critican a una mujer, aunque a veces es complicado diferenciar un mero insulto con mal gusto de uno dicho desde el desprecio de quien se siente superior. Es como lo del piropo, para muchos hombres y algunas mujeres que lo reciben es un halago, para mí, como para muchas mujeres, es una confianza que un desconocido se toma por su propia cuenta sin que yo haya dado pie a nada, y que puede llegar a agresión verbal si dicho “piropo” es subido de tono, y, sin embargo, muchos hombres se ofenden si te giras y les insultas, encima te llaman desagradecida.

Yo prefiero empoderar a las mujeres en vez de protegerlas, pero sin esa “protección” creo que todavía mantendríamos una discriminación mayor que la que actualmente sufrimos. Muchos están en contra de las cuotas o los porcentajes mínimos, ya sea en política o en la empresa, y defienden que no hay que obligar a contratar más mujeres si no lo ganan por sus propios méritos, pero lamentablemente en los puestos decisorios suelen mandar los hombres, que se sienten más cómodos entre otros hombres y no porque se sigan firmando contratos importantes entre copas y putas y se sentirían incómodos con una mujer vestida en la mesa, sino porque se sigue viendo a la mujer más como secretaria que como ejecutiva, porque ante la misma capacitación o curriculum se prefiere muchas veces al hombre que, en caso de tener familia, se supone que no fallará en sus prioridades laborales.

En Islandia, país donde casi se ha alcanzado la igualdad, hay un porcentaje que no se puede sobrepasar, el 60%. No es que no pueda haber más del 60% de hombres en un consejo de administración, por ejemplo, es que tampoco puede haber más mujeres que rebasen ese porcentaje, para que ninguno de los dos géneros esté en clara minoría. Y parece que no les va mal, ni social ni económicamente.

Si las estadísticas no mienten las mujeres son mejores estudiantes, sacan mejores notas en la Universidad, de la que suponen casi un 55% del alumnado y un 57% de los titulados. Sin embargo, a partir de ahí su participación va disminuyendo, sólo suponen un 40% del profesorado, el 60% son hombres, y catedráticas solo hay una por cada cuatro hombres. El año pasado sólo una mujer fue rectora de una de las 50 universidades públicas. Y esto en un sector que podríamos presumir con menos prejuicios, pero que sigue manteniendo ese status quo en el reparto del poder que tanto cuesta de modificar.

Estamos cualificadas, y preparadas, como ellos, pero seguimos en minoría. Ves las fotografías de la cumbre del G20, de los consejos de administración del Ibex, de los grandes bancos… del poder político y financiero, en suma, y nuestra presencia sigue siendo simbólica en número, cuando la hay. El poder es del género masculino.

Soy feminista desde que tengo recuerdos, desde la primera vez que me di cuenta que mi hermano no entraba en los turnos de fregar ni barrer por ser varón (“habiendo tres mujeres en esta casa tu hermano no tiene que fregar un plato”), desde que me acostumbré a viajar en el autobús con la espalda pegada a la ventana para que ningún viejo verde me tocará el culo (teniendo en cuenta que a los 13 cualquiera que superara los 30 era un viejo verde para mi), y también cuando me uní al movimiento de objeción de conciencia porque me parecía injusto que por ser hombre te arrebataran un año de tu vida y te obligaran a hacer el servicio militar obligatorio, mientras que si eras mujer te librabas automáticamente.

Hoy en día hay mujeres que parece que les da vergüenza decir que son feministas, hay quien todavía cree que ser feminista es lo mismo que machista, pero al revés, por no hablar de esos adjetivos nuevos que han aparecido: feminazi, hembrista… términos inventados para desacreditar un movimiento reivindicativo, positivo, que no odia.

Porque el feminismo no tiene género, igual que el pacifismo, o el ecologismo. Hay hombres feministas, orgullosos de serlo, que no se sienten atacados, sino que entienden que la igualdad es buena para todos, también para ellos.

 

feminismo

Del fr. féminisme, y este del lat. femĭna ‘mujer’ e -isme ‘-ismo’.

  1. m. Ideología que defiende que las mujeres deben tener los mismos derechos que los hombres.
  2. m. Movimiento que se apoya en el feminismo.

 

g20

GENERO FEMENINO SINGULAR

Ana habla de matices, y tiene razón. Lamentablemente el femenino de algunas palabras consigue convertirlas como mínimo en despectivas, si no acaban directamente en insulto. Un clásico: la definición del diccionario de zorro (aplicado a persona) es “hombre taimado y astuto”, mientras que zorra significa “prostituta”, y así podríamos echar varios párrafos.

Esto es una vieja pelea de colectivos feministas y de la lucha por la igualdad de género, las palabras son importantes, y sus matices, y si no se cambian desde el colegio, desde infantil y primaria, nunca lograremos superar los estereotipos de género.

Ilustraciones que muestran a hombres médicos y mujeres enfermeras. Asignación de colores a niños y niñas (de esto tienen la culpa muchas madres y padres directamente cursis). La publicidad de juguetes ya sea en folletos o por televisión es generalmente nefasta, no hay cosa que me produzca más dolor de alma que niñas jugando alegremente a planchar la ropa o a pasar el aspirador, mientras niños sonrientes construyen con bloques o manejan coches.

Ya se que he hablado de este tema muchas veces, pero llevo varios días aguantando el aniversario “Pretty Woman”, esos 25 años del estreno de aquella famosa y exitosa película, y machista. Me pareció tonta entonces y ahora me parece insultante, pero en los medios de comunicación la tratan como si fuera una obra maestra con la categoría de clásico. Un cuento de cenicienta moderna donde una prostituta (guapa e inocente) es redimida/rescatada por un caballero de brillante armadura encarnado por uno de los actores más sosos jamás vistos. Fresas con champán, joyas, vestidos caros, hoteles de lujo… ¿Cómo se iba a resistir cualquier mujer a ese estilo de vida? Y si encima el putero (hablando mal y pronto) es un señor de buen ver atormentado por su pasado, pues eso. Surge el amor. Final feliz. Hollywood.

Es uno de los muchos ejemplos del cine comercial que sigue perpetuando la imagen de mujer como ser débil a quien hay que salvar, o florero que pega gritos mientras el héroe de turno salta pegando tiros, mientras ella luce piernas o escote. Aunque reconozco que últimamente hay películas dirigidas al público adolescente, distopías futuristas en las que las chicas también son heroínas fuertes que salvan al mundo, espero que eso cale en el subconsciente femenino de 15 años, a ver si en ese futuro que les espera se hacen valer.

Creo que no hay políticas eficientes y de verdad que ayuden a la igualdad de género, que uno de los efectos colaterales de la discriminación, el peor, que es la violencia, seguirá causando la muerte de mujeres aquí y en el resto del mundo. Y que la solución pasa por la transformación de la imagen que se transmite de la mujer a la sociedad, en los medios de comunicación, en la publicidad, en las escuelas, en los medios profesionales, en el mundo laboral…. Las mujeres tenemos que cambiar la imagen que tenemos de nosotras mismas, y dejar de ser muchas veces nuestras peores enemigas. Abandonar la esclavitud de la imagen y admitir que no tenemos superpoderes.

Que nuestras diferencias de género nos definan y distingan, no nos discriminen.

EL MIEDO GRIEGO

Pues parece que hoy todos los políticos del país son super feministas, lo que me ha sorprendido agradablemente. Quiero pensar que las críticas vertidas al nuevo gobierno griego por no haber nombrado ninguna ministra mujer no se deben a que para muchos sea un partido “radical” de izquierdas que amenaza con poner en práctica muchas medidas económicas que aquí están tachando de populistas y bolivarianas. Quiero pensar que realmente creen que la mujer debe desempeñar cargos importantes en la administración del Estado.

Por supuesto no estoy defendiendo a Syriza, desconozco el motivo de ese ejecutivo tan masculino pero seguro que ya se están arrepintiendo. Siempre he defendido que la mujer debería estar más presente en las decisiones políticas y económicas, posiblemente acabaríamos solucionando el problema de la conciliación laboral y familiar, eso para empezar, incluso puede que consiguiéramos acabar con las guerras tontas, como las de nuestros hijos cuando se pelean por un mismo juguete y acaban olvidando porque se están pegando. Pero de eso ya hemos hablado otras veces.

Supongo que esto no ha hecho más que empezar. Me refiero al análisis y escrutinio de todo lo que pase en Grecia a partir de ahora. Nunca habíamos oído tanto hablar en griego como desde este fin de semana, cuando se retransmitían los resultados de las elecciones generales de ese país como si fueran las nuestras. Es curioso que para un sector de la población (el mismo que demoniza al nuevo partido Podemos, que no a la izquierda de toda la vida) esa victoria va a hacer que Grecia se hunda en la miseria (¿más?) y la echen del euro porque ya vaticinan que no va a poder cumplir con sus obligaciones.

Inciso: para mí de las obligaciones que tiene que asumir un Gobierno solo hay una prioritaria, asegurar un mínimo bienestar a sus ciudadanos, el resto van después.

Siguiendo con lo de Grecia, y como han dicho muchos, no creo que se pueda equiparar su situación a la nuestra ni que Podemos sea Syriza, pero si que muchos nos hemos alegrado de esa victoria porque significa plantar cara a la Troika, al capital en su faceta más despiadada, la que no piensa en las personas, solo en dinero, deuda e intereses. Todos los que vimos con tristeza y miedo como se ahogaba a ese país con  medidas que luego se iban aplicando aquí aunque les pusieran otros nombres creo que tenemos la esperanza de que se puede recuperar, por muy difícil que se lo pongan.

Que el FMI llegara a reconocer que las medidas de austeridad practicada en Grecia no habían ayudado a disminuir su deuda ni habían favorecido su crecimiento económico pareció no importar, seguían apretando más y más la cuerda.

Ese es el miedo que tienen los partidos mayoritarios aquí, que la gente está harta, de no llegar a fin de mes, de que les echen de su casa, de no tener trabajo ni prestaciones sociales, de que la Sanidad sea un caos, y de que ese dinero que falta en las arcas pública haya ido a parar a los bolsillos de quien se supone que tenía que velar por nuestros intereses.

Por eso nos van a retransmitir hasta cuando le salga un grano en la nariz a Tsipras, que será por culpa de esas medidas descabelladas de izquierda radical que haya aprobado. El actual gobierno va a seguir intentando asustarnos con la política del miedo, de que perderemos la seguridad si no gobiernan ellos y que si ganan los otros, los innombrables, nos echarán de Europa y la anarquía reinará en esta nueva dictadura que será este país, porque Otegi ha dicho que se alegraba de que ganara Syriza, y los innombrables son como Syriza y entonces todos son ETA así que los españoles no podemos alegrarnos de que haya ganado Syriza. A veces no doy crédito a lo que oigo.

Yo me alegro por los griegos.

BOYS DON´T CRY

Hoy en la prensa digital leo varios artículos en distintos periódicos sobre la violencia sexista contra adolescentes, fenómeno que no solo no cesa sino que parece ser que se incrementa paulatinamente, poco a poco, sin pausa.

En el artículo “Chicos que amenazan a chicas” , José Mª Calleja  se siente descorazonado porque las nuevas generaciones educadas supuestamente en la democracia e igualdad siguen perpetuando estereotipos de control y poder más propios de sus padres e incluso abuelos, aquellos crímenes pasionales que gustaban de ser portadas en El Caso se siguen produciendo, con la misma crueldad e incomprensión.

En otro artículo de otro periódico se analiza la influencia que tienen las nuevas tecnologías en el ejercicio del poder por parte de los novios a sus chicas, y es que con los nuevos teléfonos inteligentes no solo nos espían la CIA y Google, sino que los novios celosos exigen pruebas de la situación de “sus” novias ya sea mediante fotografía y WhatsApp o enviando localización GPS. Lo peor, es que ellas, en vez de defender la confianza y respeto mutua y creyendo que eso es una prueba de amor, lo mandan. Una vez empiezan ya no hay vuelta atrás, cualquier negativa será sospechosa de tapar un engaño.

A mi estas cosas me entristecen sobremanera pero no me sorprenden. No han cambiado tanto las cosas desde hace 40 años. Si, hay un Ministerio de Igualdad, pero también lo hay de Justicia y eso no quiere decir que exista. Se siguen perpetuando los mismos clichés y estereotipos tanto de mujeres como de hombres, como van a cambiar las cosas ¿por alguna que otra charla en el instituto sobre la igualdad entre sexos o violencia de género?

Mi hija de 13 años tiene tuenti, de vez en cuando lo vemos juntas y me enseña fotos, momentos y estados tanto suyos como de sus amigas, y me sigue llamando la atención la facilidad con la que se utilizan dos insultos: zorra y puta. Y lo hacen las mismas chicas entre si, porque un chico que ha tenido muchas novias mola, pero una chica que le ha robado el novio a otra o que se ha enrollado con varios chicos es una puta. Al manifestar mi sorpresa y desagrado porque todavía se distinga así entre chicos y chicas mi hijo de 16 años asiente con la cabeza y me corrobora que en su clase también pasa.

Hace días leí un interesante artículo donde se preguntaba a padres de hijos adolescentes si se acordaban de la charla que habían tenido con sus hijos (varones) donde les habían dicho cosas como estas:

“Independientemente de cómo vista o actúe una mujer no es una invitación para que le silbes, te rías de ella, la acoses o la asaltes” o “la virginidad de una mujer no es un premio y acostarte con una mujer no te da puntos” o aquel día que compartiste con él el conocimiento legal de que no hace falta que una mujer forcejee y ni que el hombre la reduzca para que se considere violación, o que “intoxicación” significa que no puede dar su consentimiento, no que sea un objetivo fácil”.

Claro, nadie recuerda esas conversaciones porque la mayoría de los padres no las han tenido. Pero estas otras sí:

“Ten cuidado como te vistes y como actúas”, “Los chicos son como son, no puedes darles ninguna excusa para que se porten así contigo”, “Tienes que tener cuidado de no ir provocando”, “No salgas sola de noche y no bebas nada que no hayas visto abrir o servir”.

Esto se les dice a las chicas, cuando empiezan a salir, como si el mundo estuviera lleno de depredadores masculinos acechando en cada esquina oscura.

Los jóvenes se nutren de las imágenes que se transmiten, tanto en casa como en los medios de comunicación, y en este último caso queda mucho por hacer. Las mujeres siguen siendo frágiles y los hombres fuertes, las mujeres siguen siendo las únicas que anuncian detergentes, desengrasantes y pañales, mientras que casi todos los anuncios de coches los protagonizan hombres. La pornografía (si esa que nuestros hijos ven por Internet) es violenta, con escenas de sexo que poco tienen que ver con el sexo real y que reproducen gestos cercanos a la violación y a la dominación. Las grandes estrellas de música pop americanas cantan desgarradoras canciones de amor romántico sentadas desnudas sobre enormes bolas de derribo (es que últimamente no puedo con la industria musical). Y en los telediarios tras informar de “la noticia” del desfile anual de ropa interior de Woman Secret el presentador da paso con sonrisa boba a las imágenes de la ganadora al concurso de mejor culo de Brasil.

Y así no se puede dejar de ser objeto. Y a los objetos no se les respeta, se les posee.

sexista

MUJERES Y FLOREROS

Ayer parece que el telediario de la uno se volvió a lucir. Si hace unos días recomendaba a los parados rezar para combatir la ansiedad y de paso darle un empujón a la industria de las velas, en esta ocasión aconsejaba a los padres como educar a sus hijas a la hora de vestir para no ser “provocativas”. A este paso acabaremos viendo las noticias en blanco y negro.

La frase de “es que vas provocando” además de machista me suena tan retrograda, que me recuerda aquellos tiempos en los que si la chica a la que habían violado llevaba minifalda costaba arrancarle al juez una sentencia claramente condenatoria, sin dudas ni comentarios sobre la decencia de la mujer en cuestión. Parece que hay cosas que nunca cambian.

Me desagrada e indigna profundamente la imagen de mujer florero que los medios de comunicación y los intereses comerciales siguen implantando en nuestra sociedad. Veo las carreras de motos y no entiendo porque tiene que haber mujeres esculturales medio desnudas sosteniendo un paraguas aunque haga un frío que pela. Eso por no hablar de las marquesinas, vallas publicitarias y anuncios de televisión donde se lucen piernas, culos y pechos perfectos para vender productos que por supuesto no te convierten en lo que estás viendo, pero que te hacen sentir imperfecta por no ser así. Pero eso es otro tema.

Detesto esa doble moral, la que coloca a las mujeres ante ese gran espejo público al que tienen que mostrar constantemente su belleza, desde la adolescencia, sin perder la inocencia se supone, y hasta la vejez, sin perder el sentido del ridículo. Es la moda, esa gran industria, la que impone mediante las grandes cadenas de ropa miméticas en todos sus diseños lo que hay que ponerse en cada temporada, sobre todo si quieres ser una adolescente aceptada por el grupo. Esa moda que obliga a enseñar las piernas con unos shorts mínimos o unos leggins superajustados al mismo tiempo que deja un hombro al descubierto, y que tanto preocupa a las madres y padres que no quieren que sus hijas vayan provocando miradas lascivas por la calle.

Mientras tanto se suceden las víctimas de la violencia de género y la gente contempla atónita e incrédula las noticias sobre este tipo de asesinatos, como si fuera algo impensable en nuestros días, en una sociedad tan desarrollada y avanzada culturalmente como la nuestra. ¿Pero realmente lo somos? Se siguen vendiendo los mismos estereotipos de la mujer que hace veinte o treinta años, presentadoras de programas de entretenimiento subidas a taconazos de 15 cm con bonitos escotes mientras el compañero masculino luce deportivas y barriga sin ningún tipo de recato.

No quiero entrar en las desigualdades laborales o de poder, es una batalla en la que todavía queda por pelear, pero si que me molesta enormemente seguir transmitiendo a las siguientes generaciones esos modelos femeninos y masculinos que suelen generar desilusión y baja autoestima.

Estoy harta de que a las mujeres se nos trate como floreros. Y a los floreros no se les respeta.