PENES, VULVAS Y LOS ULTRACATOLICOS

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Los ultra católicos atacan de nuevo. Los incansables defensores del bien y en lucha continua contra los representantes de Satanás en la tierra se manifiestan contra la dictadura LGTB.

Podría ser la sinopsis de la una película de super héroes (de coña claro) pero no, desde ayer los de HazteOir o CitizenGo como se llaman ahora, están manifestándose pidiendo libertad de expresión para poder defender sus derechos y copando minutos en portados y telediarios. Una publicidad gratuita que seguro que ya les está rentando con nuevas afiliaciones y donativos de los pocos católicos radicales que quedan en este país y que no estuvieran ya en sus filas.

Si, que ellos pidan libertad de expresión cuando desde hace 15 años se dedican a intentar acabar con las libertades ajenas es un poco incoherente, pero que se le va a hacer.

En julio de 1981 se aprobó la Ley del divorcio en España y todavía me acuerdo de los que hacían campaña contra ella, una muy dura campaña que vaticinaba el fin del matrimonio en este país. Como se ha demostrado desde entonces tampoco era para tanto, todavía quedan matrimonios en activo, algunos tienen hasta más de 50 años de antigüedad, increíble. Hasta el nuevo Papa ha dicho que los divorciados no están excomulgados y les deja volver a comulgar, que yo creo que muchos ya lo hacían porque igual no sabían que no podían hacerlo.

Cuando se aprobó la ley del aborto en julio de 1985 pasó lo mismo. Un escándalo. Prácticamente iban a obligar a abortar a todas las mujeres. Aunque había tres supuestos (peligro “grave” para la salud física o psíquica de la madre, violación o grave malformación del feto) a los antiabortistas no les importaba. Ellos defendían el derecho a la vida de los no nacidos bajo cualquier circunstancia, la vida de los ya nacidos que necesitaban cuidados o eran dependientes totales no parecía importarles tanto.  En julio de 2010 cuando se ampliaron los supuestos redoblaron los ataques y casi consiguen en 2012 que Gallardón apruebe una reforma que hubiera dejado esta Ley peor que en el 85. Afortunadamente, no le dejaron.

En julio de 2005 (parece ser que julio es un buen mes para aprobar leyes) se aprueba la Ley que permite el matrimonio entre personas del mismo sexo. Y de nuevo los sectores más rancios y conservadores de la iglesia católica se manifiestan en contra. Como en las anteriores ocasiones vaticinaban el fin de la familia “tradicional” que para ellos es la única que merece llamarse así y acusaban al gobierno de dejarse manipular por la dictadura de lesbianas y gays que parece que domina el mundo. Los mismos que intentan adoctrinar a todos nuestros hijos a que sean homosexuales a través de la asignatura de Educación para la Ciudadanía y que consiguieron que desapareciera de los programas escolares.

Lo del autobús me parece escandaloso porque va dirigido a los niños. Niños transgenero que afortunadamente son aceptados con total naturalidad por su entorno y que no necesitan que envenenen el ambiente con ese tipo de mensajes. Como decía el padre de uno de ellos el sexo está en el cerebro no en los genitales, y solo la ignorancia y el desconocimiento les hacen defender esas ideas que causan intolerancia y dolor.

Nunca entenderé esa fanática y excluyente manera de pensar. Puedes tener tus convicciones morales y religiosas y seguirlas a rajatabla, pero en pleno siglo XXI seguir pensando en que tienes que convertir al resto de la humanidad “por su bien” me parece un poco anacrónico.

Hay tantos tipos de familias como de personas, ni siquiera se pueden clasificar todos los tipos de tantos que hay. En su diversidad está su universalidad y nadie puede atribuirse el significado, cada uno tiene la suya, la familia que quiere tener.

En mi ciudad si llega el autobús les espera una gran bandera multicolor.

MATRIMONIOS, DIVORCIOS Y OTRAS DES/UNIONES

Consulto en el RAE la palabra trending topic desde ayer: matrimonio y me salen cuatro significados:

(Del lat. matrimonĭum).

1. m. Unión de hombre y mujer concertada mediante determinados ritos o formalidades legales.

2. m. En el catolicismo, sacramento por el cual el hombre y la mujer se ligan perpetuamente con arreglo a las prescripciones de la Iglesia.

3. m. coloq. Marido y mujer.

4. m. P. Rico p. us. Plato que se hace de arroz blanco y habichuelas guisadas.

 Ninguna sorpresa, es más o menos lo que esperaba encontrar. Supongo que en la próxima edición los números 1 y 3 se modificarán para que cualquier tipo de unión esté incluida (me imagino a los sesudos académicos dándole vueltas al concepto para encontrar la mejor definición sin herir sensibilidades). Por supuesto el número 2 se quedará como está, lo cual me parece correcto y coherente. Y sobre el 4, la decisión del Tribunal Constitucional no le afecta en absoluto.

En el fondo me parece tan ridícula toda esta discusión que se ha mantenido por ciertos sectores en cuanto a si se debía usar la palabra matrimonio para definir una unión entre personas del mismo sexo, o inventarse otra para que los católicos no se sintieran heridos en sus creencias, que me alegro sobremanera de que al final haya triunfado los argumentos lógicos y jurídicos sobre los ideológicos, algo bastante difícil en los tiempos que corren.

Porque el matrimonio es una institución que por medio de disposiciones jurídicas crea vínculos legales entre las personas que lo contraen, es decir, unos derechos y obligaciones que se transmiten a su descendencia si la hay. Es la única utilidad que le encuentro, por lo demás no sirve para nada, porque los otros vínculos, los sentimentales y afectivos no se pueden crear mediante papeles, contratos ni firmas, y tampoco se mantienen por la costumbre, por muchos años de matrimonio que lleves a tus espaldas.

Las posiciones más conservadoras de la sociedad pronosticaron cuando se aprobó la Ley del Divorcio que no iba a quedar un matrimonio en este país. Se equivocaron de largo, a las parejas les sigue poniendo eso de casarse de blanco y con banquete, y hay quien repite. Con la aprobación hace siete años de la Ley de matrimonio homosexual anunciaron directamente la desaparición de la familia y posiblemente la extinción de la raza humana.

La sociedad ha demostrado ser lo suficientemente madura como para aceptar que la unión libre de dos personas del mismo sexo en un proyecto de vida en común, incluida la posibilidad de tener hijos, merece la misma protección legal de la que gozaban las uniones heterosexuales. Y aunque hay deshonrosas excepciones que siguen rasgándose las vestiduras con estos temas, acabarán acostumbrándose, no les queda otra. Por muy mal que lleven que les hayan quitado el uso casi exclusivo de una de sus palabras favoritas.

Que se inventen otra.

PAPELES

Llevo un par de semanas intentando juntar el montón de documentos que la Agencia Tributaria (Hacienda para los amigos) tuvo a bien solicitarme para revisar mi declaración de Renta. Unos días antes me había mandado el SMS más deseado por cualquier persona a la que la declaración le sale negativa: “la Agencia Tributaria ha ordenado el pago de su declaración”, y día tras día consultaba mi cuenta corriente esperando ver el saldo considerablemente aumentado. Día tras día mi saldo iba lentamente menguando con el cobro cotidiano de recibos, pero nada del suculento ingreso.

Una semana más tarde me llegó la respuesta en forma de notificación electrónica (último grito en las comunicaciones de la Administración). Cualquiera que haya recibido un requerimiento de Hacienda sabe que es como cuando te para la Guardia Civil, “algo he hecho mal”. Y por la larga lista de documentación que tenía que reunir en el brevísimo plazo de diez días, yo lo debía haber hecho muy mal.

Así que estas dos últimas semanas me he dedicado a reunir papeles, a buscar por el fondo de cajones y armarios los que no encontraba, que diez años son muchos años para que la documentación importante, esa que siempre crees que sabe donde está, se quede quieta en un sitio. Algunos han aparecido, otros he tenido que pedirlos a tres notarios distintos. Es impresionante la de papeles que firmas cuando compras, hipotecas, amplias, te divorcias, y extingues un condominio, que no es ninguna especie rara, sino un tipo de propiedad.

Deberá aportar original y copia de toda la documentación solicitada” significa tirarse toda una tarde fotocopiando escrituras, certificados de padrón, gastos de notaría, impuestos patrimoniales, sentencias judiciales, actos jurídicos documentados y todos esos papeles que creemos que una vez hemos firmado y formalizado nunca más tendremos que volver a ver.

Fue como darme un paseo por mis últimos once años. Recordé que me costó mucho encontrarla pero aunque era más de lo que nos queríamos gastar era la casa que andábamos buscando, grande, en mi barrio, cerca de mi familia y al lado del trabajo. Estaba embarazada y era feliz. Una semana antes de la Navidad de 1999 firmaba mi primera hipoteca. Seguí pasando hojas mareada por los números, amortizaciones e intereses de demora y llegué a la ampliación de hipoteca, las cosas iban bien y nos íbamos a meter en reformas, más números, penalización por cancelación y muchísimos más intereses. La reforma dejó la casa preciosa pero no arregló lo demás. Apenas un año después estaba en el juzgado volviendo a firmar papeles. Ahora no había números solo condiciones, fechas y lágrimas.

Momentos que Ariel cuenta mejor que yo…

CUSTODIA (I)

No te necesito. Nuestros hijos sí. Por eso me sigo resistiendo a odiarte, pero reconozco que a veces tengo que contar muchos más números de los que desearía.

Sé que no te lo esperabas, que sufriste mucho, que todavía no me has perdonado. Pero ya no me importa. Hubo un momento en que me sentía tan culpable que no podía evitar cargar con todo. Ahora no.

Estoy cansada, y harta. Hoy le has vuelto a preguntar a los niños. Y no ha hecho falta que dijeras nada. Tu hijo ha adivinado por tu gesto tu desaprobación, y me ha querido proteger. Y eso me ha dolido. No quiero que los metas en tu rencor.

No entiendo como puedes sentirte el mejor padre del mundo viendo a tus hijos seis días al mes. A veces los acompañas a casa a su salida de inglés, apenas quince minutos algún día entre semana. No tienes tiempo de más, no renuncias a seguir perdiendo el tiempo con tus cosas, no puedes cenar un poco más tarde, sigues tan cuadriculado en tu vida como cuando te conocí, como cuando te dejé.

Sin embargo nunca te he dicho nada, procuro no juzgarte. He intentado darte todas las facilidades del mundo para que compartas más tiempo con ellos, pero nunca lo encuentras. Me has dicho que cuando necesite ayuda te la pida, pero siempre me juzgas… o trabajo demasiado, o salgo demasiado… Y no tienes derecho.

Soy yo la que vivo con ellos, veinticuatro días con sus noches, algunas con pesadillas. Son muchas visitas al médico, al dentista, al oftalmólogo… al psicólogo. Son muchas funciones de teatro, exhibiciones de judo y algunos partidos de baloncesto. Son muchas (todas) las reuniones del colegio, y las tutorías, y las asambleas. Son muchas tardes de compras para ellos, para mí, para otros, para nosotros. Por eso no me puedes decir que no me preocupo lo suficiente, que a veces los descuido.

Los abrazos al despertarme, las risas en la cena, el play back en la ducha, dibujar un mapa en la pizarra, saber que regalo les va a hacer ilusión… eso es lo importante para mí, y sé que para ellos. Lo que valorarán, lo que lamentablemente no les une a ti.

Y por supuesto, no me pidas más favores. Sin acritud. Pero no me apetece.

LOS EX

Siempre me he llevado bien con mis exparejas, cuando he podido he mantenido el contacto, y siempre que casualmente he vuelto a tropezarme con alguno me he alegrado sinceramente y nos hemos puesto al día. Sólo hay una deshonrosa excepción (todas cometemos errores y él era un descerebrado, así que me alegro no haberlo vuelto a ver nunca más).

Y sigo intentando mantener ese promedio, por lo que intento llevarme bien con mi ex marido. Porque siempre será el padre de mis hijos, así que aunque lo odiara, que no es el caso, intentaría llevarme correctamente bien con él. Pero no me basta con eso, con un intercambio educado de información sobre los niños, sino que me gustaría que los cuatro pudiéramos compartir momentos, esos momentos de los hijos que suelen ser irrepetibles.

Y a veces es complicado. Hemos pasado el primer año de adaptación, lo hemos superado con un bien alto diría yo, pero yo voy a por el notable. Eso incluye cenas con amigos comunes, e incluso salidas con nuestros hijos los dos solos. Ya ha habido unas cuantas y la cosa no ha ido mal del todo, pero sigo sin verlo cómodo, y no sé como ayudarlo.

Hoy ha venido a ver a los niños y no he podido evitar sacar el tema. Últimamente varía tanto su comportamiento conmigo que al final no sé como actuar con él cuando estamos con más gente. Y me he dado cuenta que él tampoco lo sabe. Que lo sigue pasando mal, que echa de menos a sus hijos, su casa, su vida… y me he vuelto a sentir culpable. Me he sentido mal.

Soy optimista. No sé si será este año, o el que viene. Si tendrá que volver a tener novia para ser feliz. Si le molestará que me empareje yo. Pero espero que alguna vez vuelva a confiar en mí.

Y de lo que estoy segura completamente es que ante cualquier problema de nuestros hijos siempre estaremos juntos.

Por ahora, eso me basta.

Mi pequeño Buda

Mamá, ¿Por qué se fue papá?, ¿Por qué roncaba?” – la pregunta hace que se me caiga la fresa que estoy troceando. Llevamos unos días intentando superar unas noches más que difíciles, sencillamente largas, y cansadas. Mi hijo mayor lleva mal mi divorcio, al principio parecía que se lo había tomado bien, es el mayor, responsable y tranquilo, y pese a la tristeza de la desaparición de su padre de la rutina diaria, seguía siendo ese niño feliz que sonreía todo el rato, y que se reía, que reía mucho.

Mi pequeño Buda, siempre lo he llamado así, porque irradia felicidad y optimismo… pero hace unos meses empezó a estar más callado, a veces triste, y yo no me di cuenta al principio, pero dejó de dibujar que era lo que más le gustaba, de construir sus legos de tropezientas mil piezas, en el colegio se quedaba sentado en un rincón observando jugar a sus amigos, y un buen día empezó a llorar, tranquila y quedamente, sin grandes dramas, sin motivo aparente, solo le resbalaban las lágrimas por las mejillas mientras le temblaba la barbilla, y él con sus diez años de talla 12 intentando tragar saliva, que no se le notara, avergonzado, y yo no lo veía llorar así desde que era pequeño, mucho más pequeño, y no entendía nada, pero me sentía culpable.

Una noche se acercó a mi cama, arrastrando el pijama: “Mamá, es que cuando cierro los ojos me siento solo”. El sabía que no lo estaba, sabía que yo estaba allí, que su hermana también estaba allí, no pude consolarle y sabía que en el fondo estaba asustado, muy asustado, creo que se había dado cuenta de que su pequeño mundo, el que él había conocido hasta ese momento, se había roto, se había partido por la mitad. No pude consolarle, solo lo metí en mi cama para que durmiera a mi lado, y no se sintiera solo.

Nos costó varias visitas al psicólogo hasta que reconoció que echaba de menos a su padre, y aprendió a expresar sus miedos, a pedir lo que necesitaba, a aprender a crecer y asumir que no todo sale siempre bien. Y volvió a sonreír, era otra vez él. El día que nos dieron el alta, salimos de la consulta y nos fuimos a merendar para celebrarlo.

De eso hace un mes.

Hace una semana que no quiere dormir. Está convencido que no va a poder dormirse, y si está despierto en la cama llora, no quiere pensar, a ratos dice que es miedo, a ratos que se siente solo, y ayer después de intentarlo todo, de sentarme en su cama y hablar, de intentar que me cuente lo que siente, de hacerle reír… a las 3 de la madrugada mientras lloraba suplicándome con los ojos que no me fuera de su habitación, que no le dejará solo, me dijo: “Dos cosas: una, que sigo echando de menos a papá y dos, que quiero volver a ir a hablar con la doctora Raquel”. Y me lo volví a llevar a mi cama, para que él durmiera, porque yo solo podía mirarle dormir con el corazón roto por la impotencia de ser la causante de su tristeza, de una tristeza que yo nunca conocí a su edad, y que no se como aliviarle.

Por eso me ha sorprendido su pregunta, porque nunca ha querido hablar conmigo del tema, porque nunca me había hecho esa pregunta, tan sencilla y tan difícil de contestar.

Esta noche se ha dormido enseguida. No pierdo la esperanza.