SEGUIMOS CON EL SEXO

Al leer a Pat hablar sobre el libro de educación sexual que ha comprado para su hijo (me asombra positivamente que haya profesores que lo manden como lectura obligatoria) recuerdo cuando intenté que mi hijo pre-adolescente se leyera uno, ya que intuía que por su timidez o discreción natural no iba a preguntarme nada directamente a mí (y no me equivocaba) y busqué uno que fuera ameno, con un lenguaje cercano a su edad y que hablara sin tapujos de todas esas dudas que a esa edad se tienen y no te atreves a preguntar. Creo que nunca llegó a abrirlo.

Recuerdo que en 8º de EGB nos dieron una clase de educación sexual, que consistía en estudiar el aparato reproductor masculino y femenino, con las consabidas risas nerviosas ante la visión del dibujo de un pene fláccido, creo que eso no ha cambiado desde entonces, pero ahora además se tratan otros aspectos menos funcionales y más sociales, lo que me parece mucho más útil para todo ese hervidero de dudas, preguntas, deseos y prejuicios que pueden llenar un cerebro adolescente.

Comparto la idea de Pat de que es importante abordar estos temas e informar, sin obligar claro, de una manera sana y natural de todo los aspectos relacionados con la vida sexual, sobre todo en un mundo tan hipersexualizado como el nuestro y que al mismo tiempo sigue tratando este tema en voz baja y con muchos prejuicios.

La sexualidad ha pasado de ser algo tabú y escandaloso hace años, a rodearnos de una manera natural y a veces abusiva en la actualidad. La publicidad, el cine, los concursos y realitys, los video clips, determinada música… todo esta lleno de connotaciones sexuales, y la mayoría de las veces no demasiado bien enfocado. Internet abre todo un mundo de exploración anónima y gratuita que puede calmar las curiosidades más excéntricas, pero al mismo tiempo mostrar una visión completamente falsa de la sexualidad real.

Supongo que a pesar de la facilidad con la que se puede encontrar información o desinformación sobre el tema, los jóvenes siguen teniendo las mismas dudas e inseguridades que nosotros a su edad, y que fuimos resolviendo con el viejo método de ensayo y error y algún que otro consejo de amigo. Por supuesto y sobre todo, lo que más ha cambiado es una generación de padres que ya no tienen miedo ni vergüenza de hablar sobre el tema.

Yo me sigo sorprendiendo cuando mi hija me pide consejo sobre sexo, porque en mi relación materno filial no hubo ninguna clase de complicidad ni confianza sobre nada que tuviera que ver con eso, (el único consejo sobre el tema que recibí fue que me hiciera respetar, que los hombres siempre querían lo mismo y luego no querían casarse con una chica que no fuera virgen), así que cuando se me pasa el pasmo e intento que mi mente deje de ver a una dulce niña con mofletes y dos coletas, hago acopio de experiencia e intento aconsejarla de la manera más clara y sensata que puedo.

Pero lo que más me gusta de esta nueva generación de adolescentes es la naturalidad con la que ven las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo, ya sean esporádicas o no, sin tener que ponerles etiquetas, dando por supuesto que te pueden atraer hombres o mujeres sin necesidad de encasillarte en homo, hetero o bi.

Y como dice Pat, seguiremos aprendiendo.

INSTITUTO

He tenido la primera reunión del instituto de mi hijo. El director nos ha informado muy amablemente de todo el proyecto pedagógico del centro, los intercambios culturales que podrán hacer a Finlandia, Suecia o Dinamarca, la importancia que le dan a la comprensión lectora, los talleres optativos de refuerzo, todas las actividades culturales y deportivas que el centro ofrece de manera gratuita (esto si es un gran cambio)… Y muchas cosas mas que ahora mismo no recuerdo, han sido unas dos horas y media de chorreo de información audiovisual.

Y nos ha convencido. Es el mejor instituto al que nuestros hijos podrían ir, aunque yo ya lo sabía. Antes fue el mío.

Hasta aquí, todo bien, pero como en todas las reuniones ha llegado el momento de… «¿tenéis alguna duda? ¿Alguien quiere preguntar algo?»

Y esperaba escuchar alguna pregunta sobre profesorado, ideario del centro, evaluaciones, normas disciplinarias…. Pero no, a los padres de las primeras filas les preocupaban otros temas:

– «Yo querría saber como está el tema de la venta de drogas en el instituto, se ven unas cosas en la televisión… «

– “Si, si, dentro del Instituto estarán controlados y seguros pero… ¿y fuera? Como sabemos que allí no intentan venderles drogas?”

– “¿Podemos pedir policía a las horas de salida de clase para que vigilen la calle y evitar elementos sospechosos?”

El director sonreía comprensivamente (han debido de ser muchos padres con las mismas preguntas a lo largo de estos años) pero yo no daba crédito. Soy de naturaleza más bien confiada, siempre lo he sido, y no suelo ver peligros tras cada farola de la calle. Quizás por eso mis hijos desde hace un par de años van solos al colegio y se mueven por el barrio con autonomía y la única ayuda de un móvil por si hay cambio de planes a la hora de comer, y toda la responsabilidad que he podido inculcarles a la hora de cruzar un semáforo.

Por lo demás sé que hay peligros reales, y que ocurren accidentes, y que lamentablemente hay psicópatas sueltos que deberían estar encerrados, pero no creo en el hombre del saco, ni en el de los caramelos, nunca me han ofrecido droga gratis a la salida del instituto (habría habido cola y se le habría acabado antes de que hubieran podido denunciarlo, por lo menos en mi época), ni me he tropezado con un exhibicionista… y como ya he dicho seguro que haberlos haylos… como las meigas… pero nunca he querido que condicionen mi vida, ni cuando mis padres me relacionaban todos los peligros posibles que una chica joven podía sufrir si salía por la noche, ni ahora, que debería preocuparme por mis hijos.

Cuanto daño hace la televisión…

MARCAS

–         Mi hija me ha pedido unos pantalones de Tommy Hilfiger.

Estamos en una terraza tomando un café y haciendo tiempo hasta que empiece Alicia en el País de las Maravillas. La conozco desde hace casi diez años, cuando nuestros hijos se hicieron amigos en el colegio, y de acuerdo con la ideología de la que siempre ha hecho gala espero que la frase acabe en un …y yo le he dicho que se olvide.

Pero no. La frase acaba con un … y supongo que acabaré comprándoselos, le hace tanta ilusión… el conjunto se completará con ropa interior Calvin Klein (porque otra niña de clase la lleva toda de esa marca).

–         ¿No hablarás en serio? Si empiezas ahora a consentirle en las marcas vas vendida.

Pero su cara de “tampoco es tan grave” me deja sin ganas de rebatirla. Últimamente son demasiados desencuentros en el tema hijos, tema que es casi exclusivo de nuestras conversaciones para mi desesperación.

Y es que lo de las marcas me puede. Me acuerdo en el instituto cuando se pusieron de moda los Levi´s y los chavales se metían la camiseta justo por la zona de la etiqueta para que se viera. A mí y a mis tres hermanos nos hacía la ropa mi madre (que nos daba la revista Patrones para que eligiéramos cada temporada), y tampoco fardaba de colección exclusiva.

En más de una ocasión, en la cola de caja de alguna tienda de ropa, he presenciado el bochornoso espectáculo del maltrato psíquico y verbal de alguna adolescente hacía su madre ante la negativa de esta a arruinarse pagando ropa, y en todos los casos acababan cediendo y sacando la tarjeta. Era como un berrinche de un niño de dos años ante un capricho negado pero con más mala leche. Sin dejar de sentir compasión por ellas (las madres, por supuesto), tengo la firme convicción que ese tipo de “tontería” se puede atajar antes de que se convierta en costumbre.

Y ya no es que me lo pueda permitir o no. Es que me parece una absurdez elegir las cosas por el logotipo. Tampoco discrimino porque lo sean, reconozco que hay marcas con un diseño que no tienen otras, pero por norma general simplemente no me fijo. Mis gafas son de una marca impronunciable (a mí me da que se comieron vocales al ponerla) y yo ni me había enterado hasta que me tropecé con unas zapatillas carísimas que tenían el mismo logo grabado en todo el talón. Simplemente fueron las que más me gustaron entre la veintena que me sacaron. Que esa es otra, hay veces que es tan ostensible que a pesar de gustarme la forma o el color he pasado de alguna prenda por no llevar la publicidad puesta.

No sé como acabaran mis hijos, por ahora al de doce años solo le interesa que los pantalones tengan bolsillos para poder andar con las manos metidas en ellos y llevar sus libretitas de dibujar. Y a mi hija donde haya un vaquero que soporte todas sus caídas y volteretas que se quiten los modelitos. Así que teniendo en cuenta que a veces me he encontrado con que la fila que forman los niños antes de entrar en clase parecía más un desfile de modas (hablamos de un colegio público de barrio de clase media), me alegro un montón que mis hijos sean un poco desaliñados.

Ganarán un montón de tiempo a la hora de salir de casa.

Ah! Y la película estuvo genial.